jueves, 9 de agosto de 2007

Cuerno de cabra



Estuve en la inauguración del curso de ruso que se va a dar en la facultad, en ésa que vosotros llamáis con cierto orgullo mal disimulado, "Filo". Tuve la oportunidad de ver allí un filme realmente memorable. Se trata de un filme viejo. A diferencia de lo que ocurre con los huevos, los bistec y los pescados, el cine, por más viejo que sea, no se hecha a perder; e incluso, como le pasa a los buenos vinos, mejora.
Se trata de una película búlgara. En blanco y negro, y con muy pocos diálogos. Pasaré a resumir brevemente algunos puntos: Durante la ocupación otomana de Bulgaria, unos turcos violan a una campesina delante de su pequeña hija y, accidentalmente, la matan. El marido, cuando descubre todo al otro día, quema la casa, le corta el pelo a la hija y le dice "Haré de ti un hombre o te echaré a los perros, este mundo no es para mujeres". A partir de allí asistiremos a la justiciera empresa de la venganza. María ya crecida, junto a su padre se encarga de cobrarse en la vida de cada uno de estos turcos aquella siniestra noche que viviera hace unos diez años. No voy a seguir relatando. Como suele ocurrir en estos casos, el espectador se vuelve cómplice de estos simpáticos vengadores, y hasta aquí la película se inscribiría en un filme de aventuras con contenido político, con la rareza de ser un excelente cine de lo que supo llamarse " la Europa del Este", con una fotografía que roza la perfección, una expresividad de los actores que, sin necesidad de hablar todo el tiempo se las arreglan para que entendamos todo lo que está pasando; y así sola diríamos que seguiría siendo muy interesante. Pero he aquí que aparece en la protagonista el deseo sexual, y no solamente el instintivo sino también el deseo cultural del sexo: ponerse un vestido, lucirse ante su amante, etcétera. Todo esto no entraba en los cálculos de su padre que reacciona de la manera que era de esperar. Todos sabemos por anticipado que la narración nos va a llevar a un desenlace trágico, sobre todo porque el director nos ha metido en un tiempo mirceaeliadesco, con el cual su aparente realismo y naturalismo de imágenes aparece muy cuestionado. Por otra parte, si bien se enfrentan dos etnias enemigas, la complejidad del guión llega a tal punto que María, nuestra belicosa búlgara, aprende a besar mientras espía a los sensuales turcos en sus juegos amorosos con la intención de posteriormente matarlos, es decir, es el enemigo el que le proporciona de un modo no deseado esta "información" tan humana. Su padre no puede hacerlo, está demasiado ocupado enseñándole a defenderse y a atacar, sobre todo a atacar. En una palabra, caemos en la cuenta de que no podemos prescindir de nuestros enemigos, ellos son "el Otro", y por medio de él me constituyo; sin embargo la guerra necesita perentoriamente la deshumanización del Otro y por lo tanto la nuestra.
Si tenemos en cuenta que el filme se estrenó en los años setenta, quizá podríamos sacar algunas conclusiones respecto de los planteos políticos que estaban en boga. En mi patria hemos tenido, y aún seguimos teniendo, situaciones conflictivas que tiene que ver con la paradoja planteada en esta película.
Bueno, si alguien quiere dar su opinión, que lo haga. Yo aquí os mando la mía.

Afectuosamente


Consuelo Errecalt

No hay comentarios: