miércoles, 25 de julio de 2007

Barón Biza: Los monstruos no mueren

Foto: Raúl Barón Biza


Barón Biza Senior


Como el caso de cierto artista tucumano, que cobrara notoriedad pública por haber asesinado a su suegra y haberla enterrado debajo de la cama, el escritor porteño Barón Biza es recordado por el acto ignominioso de arrojar ácido al rostro de su mujer Clotilde Sabattini. A la hora de tomar posición frente a la obra del Tucumano, la imagen del artista durmiendo sobre el cadáver de su suegra interfiere notablemente sobre la percepción del espectador. Tal ocurre con la obra de Barón Biza. Con la salvedad de que el escritor ya era conocido, como revolucionario, como desaforado, como viudo enamorado de su muerta (hizo construir un monumento funerario de 82 m de altura a la memoria de Myriam Stefford, su primera esposa), como millonario. Pero, yendo a su actividad literaria, también fue conocido como pornógrafo. En algún momento llegó a hablarse de él como de un monstruo. Dice Mujica Láinez que “Los monstruos no mueren”, por lo pronto el Sr. BB parece dispuesto a acompañarnos un largo trecho.
Sus tres novelas, conocidas pero inconseguibles, son: El derecho de matar, Punto final y Todo estaba sucio. Christian Ferrer, en su libro Barón Biza1, afirma: “Sin embargo nadie ha escrito nada sobre su obra, nadie descendió hasta los basurales e infiernos de la literatura local.” Hoy sabemos que el sexo no era ajeno a sus intereses temáticos, a tal punto que se lo llegó a llamar “pornógrafo”. Todavía en nuestros días carecemos de un veredicto que nos aclare si este apelativo le hacía justicia o no. Pues, aunque fue multitudinariamente leído, ningún comentarista de libros se iba a exponer a quedar pegado. La doble moral burguesa funciona también en la literatura de un modo harto eficiente. Así como se tiene una familia para mostrarla de día, mientras se sale por la noche a desfogar los deseos más exóticos, se tiene una biblioteca para mostrar a los visitantes que uno lee los clásicos, mientras debajo de la cama o poblando el bidet sobreviven volúmenes no tan santos ni tan consagrados. Por eso toda encuesta sobre autores de libros leídos resulta una verdadera farsa. Barón Biza ya conocía de antemano el lugar que la moralina vigente le tenía reservado a sus volúmenes: “Todos los libros encuentran un rincón en las bibliotecas; el mío, no lo encontrará nunca.”2
Pero nuestro hombre no sólo fue relegado como escritor, sino también como revolucionario. Los radicales yrigoyenistas, a los que Biza pertenecía, protagonizaron numerosos alzamientos armados contra el golpe de Uriburu y posteriores mandatarios ilegítimos. En su mayor parte, estos militantes fueron masacrados. La línea de los radicales alvearistas, que es la que sobrevive hasta ahora, decidió ignorar la suerte de sus correligionarios, a cambio de negociar con el poder. Tanto es así hasta hoy, que el documental La república perdida, producida con fondos y personas vinculadas al Presidente Alfonsín, habla del golpe de Uriburu pero omite las mencionadas masacres. Barón Biza fue un sobreviviente de aquellas represiones.
Claro que alguien podría decir, y con razón, bueno, ¿a qué tanto palabrerío?¿Posee, o no, algún valor literario la obra de barón Biza? La respuesta es que en la actualidad esta discusión ya no viene al caso. Tampoco es objetivo de esta nota contestar la pregunta. Habría, por lo tanto, que conformarse con dejar planteada una situación de no lugar. Porque ser yrigoyenista en el treinta o escribir sobre el deseo sexual en cualquier década es, en nuestro país, profundamente incorrecto, a menos que se lo haga del modo debidamente edulcorado. ¿Por qué Arlt tardó tanto en ser reconocido por el sistema, a pesar de su obra genial y de la lealtad de sus lectores? ¿Acaso barón Biza no sería un perfecto personaje arltiano? Su primera novela, El derecho de matar, finaliza del siguiente modo: “Yo quisiera destruir este mundo, más aún, todo este universo, que sólo existe para mí, porque yo existo. Soy más fuerte que Dios, voy a destruir, destruyéndome, a esta agrupación de espermatozoides desarrollados.”

Barón Biza Junior


Estas reflexiones han sido inspiradas en la lectura de un libro imprescindible: Barón Biza. El secreto mejor guardado de la Argentina cuyo autor es Christian Ferrer. En dicho volumen se narra también el derrotero de Barón Biza hijo, más conocido como Jorge Barón. Nace en 1942, año de la muerte de Arlt, ya joven, está presente en la casa cuando se produce la ordalía funesta entre su padre y su madre. Inmediatamente vive el suicidio de BB Padre, con los años asiste al suicidio de su hermana y, finalmente, en el 2001, se arroja desde un doceavo piso. No sin antes escribir un libro memorable: El desierto y su semilla


Lorenzo Verdasco