martes, 21 de julio de 2009

Eduardo Perrone

*El sábado 18 de julio de 2009 medios locales informaron el fallecimiento del escritor tucumano Eduardo Perrone. Como homenaje, quise traer al presente palabras que una vez me dijo Perrone frente a su casa-vagón.



(Esta es una versión modificada de una entrevista que hicieron Natalia Acosta y Lorenzo Verdasco al escritor tucumano Eduardo Perrone, en el año 2004. La primera versión del texto fue publicada por la revista El Fabulario en ese año.)

Un San Miguel de Tucumán nada bucólico es el que fomentan los paisajes urbanos diseñados por Eduardo Perrone, novelista tucumano, que no tuvo pelos en la lengua a la hora de contar con generosos pormenores sus “ficciones”, situadas en cárceles y prostíbulos en una época que podríamos identificar como fines de los '60 y los años ’70 en nuestro país. Los invitamos a confinarse - el tiempo que dure la lectura de esta nota - en esta zona construida con las figuras de lo clandestino, que por encubierto se vuelve magnético.

Aún no es de noche en la esquina de Crisóstomo Álvarez y Bernabé Aráoz, sitio en el que acontecerá nuestro diálogo con Perrone.
El hombre a quien queremos entrevistar vive en un vagón de tren. Nos ha estado esperando, porque el día anterior habíamos acordado una charla con él en torno a su literatura. En la vereda, conversando amistosamente con un joven agente de policía, está nuestro hombre, flaco, huesudo, la piel tostada y curtida, el cabello blanco grisáceo, la ropa percudida: camisa clara, pantalón crema y saco haciendo juego. Nos tiende la mano con buen ánimo y nos invita a cruzar la calle y sentarnos en la vereda de enfrente. Nos pide un minuto para buscar algo en el vagón. Lo esperamos: entra y sale con un fajo de papeles que son textos suyos, y retazos de diario para que no nos sentemos directamente en el suelo. Este hombre es Eduardo Perrone. Cualquiera diría que es un excéntrico.

El paisaje, visto desde el frente, es esto: un terreno descampado de cierta elevación respecto de la calle, que abarca toda una acera, sobre el que se asienta el vagón de un tren, un único vagón, a la intemperie, quieto y puesto, como una escultura o una piedra que sobrevive a la floración de naturaleza y urbanidad que lo rodean.

Breves datos: escritor tucumano, 63 años, autor de, entre otros textos, cuatro novelas: “Preso común”, “Visita francesa y completa”, “Los pájaros van a morir a Buenos Aires”, “Días de llorar, días de reír”. Tengo en mis manos la 5° edición de “Preso común” y la 4° de Visita…

La lectura de su primera novela, “Preso común”, es, creo, una tarea ineludible para entender la vida y la obra de este ciudadano devenido en preso, devenido en escritor, devenido en célebre y extravagante dote de las letras de Tucumán, devenido en bohemio callejero, habitué de intemperies, preso ahora en la ciudad, viviendo en el vagón de un tren .
Esta obra, cuya primera edición data de 1973, (la 5° edición que tengo frente a mí es de 1977) cuenta la peregrinación de un grupo de jóvenes acusados de violación - grupo en el que se encontraba el mismo Perrone - a través de comisarías y su paso por el penal de Villa Urquiza. Las descripciones de la vida en la cárcel, del mundo de presos, comisarios, guarda - cárceles, prostitutas de Tucumán, son minuciosas, exhaustivas, despojadas, en general, de juicios de valor. Con la mayor naturalidad del mundo, Perrone nos pone en presencia de un paisaje que es hábitat poco hospitalario, donde lo sórdido persiste.

Leamos este pasaje donde describe la fachada de la cárcel de Villa Urquiza:
“Edificio horrendo, de grises muros altos y espesos, siniestro, con torretas y luces, tiene todo el aspecto colosal de una fortaleza medieval, con almenas y vigías, quienes, dada la hora (21) hacían girar los reflectores: celosamente, matemáticamente, poblando el aciago interior con contraluces funestas”[1].
O este fragmento, donde nos muestra la cotidianeidad carcelaria:
“Los días de pago, sábado, o vísperas de fiesta, por la noche era lo más aconsejable quedarse en la celda (…) por los muchos dopados y ebrios que circulan por los pasillos.
Cuando tenía que ir a los baños escondía entre mis ropas o en un toallón el pasador de hierro de la puerta pues me podía ocurrir (y no sería raro) el ser apuñalado sin motivo”
[2] .
Y este pasaje, donde la tensión va en crescendo:
“Todo esto desgasta los nervios en forma progresiva. El clima de angustia que reina en la Jefatura es remplazado por la tensión sostenida de la vida de relación llevada en delicado equilibrio para no tener dificultades. Adentro todo el mundo se trata con un respeto superficial único. El clima de cortesía y aparente indiferencia no es quebrado jamás a pesar de los chismes subterráneos. Cuando se va a pedir un favor (todos ellos celosamente contabilizados) es mejor no olvidarlo. Hay que tratar de andar bien con todos sin pasar por estúpido. El desgaste nervioso es tal que un buen día sin motivo alguien se tira del tercer piso y la única reacción de todos es un comentario irónico, producto del terrible humor negro que campea aún en las cosas más dolorosas y trágicas”[3].

L: -¿Cómo es que vos te decidiste a escribir “Preso Común”?
P: - Y bueno, yo había estado preso… Pero es cierto que hay muchos que han estado presos y que no han escrito ni siquiera una carta al abogado, en realidad no tiene nada que ver.

(El diálogo con Perrone se va perdiendo en los vericuetos múltiples de su memoria. De a ratos se ramifica.)

P: - En el ‘71 salimos de la cárcel, aunque ya veníamos saliendo en forma espaciada con licencias de 15 o 20 días. A la novela la había empezado a escribir en la cárcel.
N: -¿Cómo llegó a publicarla?
P: - Una vez escrita, pensaba que iba a ser fácil publicarla. Junté unos mangos y me fui a Buenos Aires. Llegué por una y otra editorial y siempre lo mismo: “Déjela que ya la vamos a leer”. Al mes volvía y el libro estaba como yo lo había dejado, lleno de tierra, ni lo habían desatado para leerlo. Mientras tanto, yo sobrevivía vendiendo gorros, banderines deportivos en la cancha. Vivía en un hotel, comía en el Munich, tenía mi ropita al día.
Un día, viendo que el tema de las editoriales no avanzaba, me fui al Centro Editor de América Latina, donde hablé con un señor a quien expliqué mi situación y quien a su vez me derivó a un Sr. Llamado Luis Gregorich. “No sé si se la va a publicar, pero seguro que la va a leer”, me dijo aquél. Les dejé mi novela y esperé 15 o 20 días.
Rodeado de pilas de libros, Gregorich, un polaco grandote, provisto de anteojos de un vidrio tan grueso que apenas permitían distinguirle los ojitos, me dijo: “Muy interesante, usted no es un escritor, esta es su primera obra, tiene unos cuantos errores pero hay gente que se dedica a la corrección, yo ya hablé por teléfono con un editor, llévele esta carta mía.”
Incrédulo, dejé la carta en el lugar indicado. El editor la leyó y, señalando que si Gregorich me recomendaba era garantía, me ofreció el contrato de edición. Estas cosas ocurren cuando a uno se le abren las puertas, aunque a veces a las puertas hay que patearlas…
La cosa es que quince días antes de que salga la novela, me llama por teléfono Osvaldo Soriano, y me solicita una entrevista para el diario La Opinión. Ahí lo conocí a Soriano, quien después llegó a ser mi amigo.
L: - Y después saliste en la tapa de una revista, abrazado con Jorge Asís…
P: Sí, era la revista Panorama. El titular decía: “¿Qué están haciendo nuestros narradores hoy?”. Podría conseguir esa revista, pero aquí corre el riesgo de ensuciarse, o de que el perro la coma cuando ande con hambre…

(Diarios, revistas, televisión. Perrone conoció la celebridad de un best seller.
Ahora saca de su bolsillo su DNI ajado, lo abre, y de sus pliegues extrae un cigarrillo. “¿Le molesta el humo?”, me pregunta, porque estoy sentada a su lado. “Lo que pasa es que este cigarro no es de muy buena calidad y el aroma no es muy rico…”. Aún no anochece.)

P:- El texto que ahora tengo entre mis manos es interesante, se llama “Cómo hacer una novela”, si quieren se los leo.

“Casi siempre la primera novela es autobiográfica. Un libro de recuerdos, memorias, o hechos que nos sucedieron y que nosotros consideramos como obligatorio que deben ser conocidos por el resto de la humanidad”[4]

N: - ¿Sus textos, Eduardo, son autobiográficos?
P: - Generalmente. Yo soy un narrador testimonial, escribo sobre cosas que he conocido. Por ejemplo, el título de mi segunda novela, Visita francesa y completa, es la tarifa de los prostíbulos.

( El escritor nos ha introducido ahora en su segunda novela, publicada en el año 1974, reeditada cuatro veces.
En esta novela, el personaje, Gervasio, recién salido de la cárcel, se involucra por necesidad en el mundo de cafishios y de vendedores de cocaína.)

P: - Lo que realmente existió de esa novela fue el conventillo, que era de la Juana G., situado en la calle Marco Avellaneda, entre San Juan y Santiago. En la novela cuento las farras que allí se armaban. Siempre había alguien comiendo, alguien borracho, alguien tomando, alguien yendo a comprar vino, alguien descansando. La dueña tenía un prostíbulo en el bajo, que estaba las 24 horas funcionando, de modo que siempre había alguien en actividad y alguien recuperándose. Yo en esa época andaba con una chica de ahí.

Citemos un pasaje donde describe parte de ese conventillo:
“Nos ubicamos en la sala. Una chica de unos diecisiete años estaba acostada sobre su cama en bombachas y corpiño y no nos prestó mucha atención (…) la vi tan natural en su estado como a las esfinges de santos y vírgenes que nos rodeaban.”
En el capítulo 15 asistimos a la transa de la droga:
En el baño esperé unos dos minutos y entró el cliente. Un muchacho de unos treinta años, pálido, buen mozo, vestía de sport. Bicho de luz.
-¿Tenés?
-Sí.
-Dame dos papeles pero, primero quiero ver la “merca”. No te conozco, ¿sabés?
-No hay inconveniente, tomá - dije entregándole un papel.
La miró, la removió, sacó un poquito con la yema de los dedos y la acarició. Cuando despegó los dedos no había nada entre ellos.
-Está bien, es buena, dame el otro papel y acá están las diez lucas, chau.”

Y un tercer fragmento, que subraya el pesimismo de su personaje:
“-No lo hagás más, Gervasio.
-¿Lo qué?
-Aspirar esa porquería, te hace mucho mal (…)
-La porquería no se aspira, Liliana, ya está dentro de uno.”

N: - En suma, escribe siempre sobre cosas que le pasan a usted…
P: - No, muchas veces son cosas que me cuentan. Por ejemplo, la historia “El pibe de los brillantes”, un punguista que ya viejo, cuidaba autos frente al casino de Tucumán, y que dicen que murió de frío en los fondos del casino. Es un cuento que publiqué hace poco. La historia es buena para filmarla.

Habrá que leer esa historia. Por lo pronto, tengo en mis manos los originales de “Cómo escribir una novela” y al leerla puedo confirmar allí una concepción de lo narrativo en un narrador a quien la teoría literaria en cuanto discurso parece interesarle muy poco.


Es de noche. Difícil terminar lo que no se sabe a dónde va, pero damos punto final a la charla con Perrone. Antes le dejamos una copia de su libro, “Preso común”, de la cual el escritor no guarda ni un ejemplar. Días más tarde, nos hemos enterado de que anduvo ofreciéndola por poco más de 20 pesos en la peatonal del micro-centro tucumano.

Natalia Acosta
Notas al pie:
[1] Perrone, Eduardo, Preso Común,
Ediciones La Flor, 1977, p 59.
[2] O cit, p 72
[3] o cit, p 80
[4] Perrone, Eduardo, Cómo hacer una novela, sin editar.

sábado, 12 de julio de 2008

Tiempo paranormal




Fotos 1 y 2: Gomas de Eva





Fotos 3y 4: Lima Limón in concert

Chicas como caramelos en frasco


No vamos a caer en la trivialidad de las categorías rock -bombacha, música de chicas, almejitas indi pop y esas cosas por el estilo.

Sólo quiero hacer notar la fisura, de algo: en estos días, un puñado de bandas integradas por chicas (entiéndase chicas desde el concepto bastante débil aportado por el DNI) han hecho su aparición en recitales del "indi pop" tucumano. Y esto es algo poco frecuente en nuestro fantasmagórico contexto, en el que hay unas pocas bandas de intereses musicales afines que gozan de cierta contigüidad espacio temporal.

Por suspuesto, chicas que integraron bandas, hubo desde tiempos que tal vez escapen a mi memoria. Andrea (personality crisis), Carlita(por ejemplo en Nadando Croll) http://es.youtube.com/watch?v=CI7HXIwknLQ, Luchi (ahora solista) http://profile.myspace.com/index.cfm?fuseaction=user.viewprofile&friendID=279762344, por nombrar tres nombres.

Pero Miren a la chicas en banda

Me limitaré a reseñas instantáneas.

Lima Limón: musicalmente sólida, ejecución poderosa, homogeneidad en la propuesta de las canciones, una interpretación vocal entre wiskera y lánguida, guitarra, bajo, batería y un sintetizador psicodélico.
Gomas de Eva: "pop" intervenido por la desfachatez, canciones simpáticas, un teclado juguetón, un planteo naif en la interpretación vocal, inclusión de juguetes, y un ejecutor de bases electrónicas muy poco convencional.
Pan Duro: chicas que cantan a voz en cuello en un vaivén de rap , hip hop, y regaetton desde una lírica desopilante con actitud performática.

Bueno, está bueno verlas , aunque más no sea por eso de que en la novedad está el gusto, o algo así.


(Próximo recital: 18 de julio en El árbol de Galeano, Rivadavia llegando a San Juan)

viernes, 10 de agosto de 2007

El escritor en la era de la Estética Difusa




Imágenes: Gabriela Bejerman como Gaby Bex. y Luego DJ Buen Mozo



“Nunca pude realmente elegir entre literatura, arte, acción o reflexión. Lo que hago es tratar de construirme una especie de forma desde donde mezclarlo todo.”
[1]
(Nicolas Bourriaud)

***

De un tiempo a esta parte ha venido irrumpiendo en la escena literaria un oleaje de propuestas que involucran no solamente a la escritura sino también a las artes visuales, escénicas y musicales, entre otras manifestaciones artísticas. Libros en formatos de cd room donde la poesía aparece conjugada con el diseño visual y sonoro; editoriales novedosas en las que el libro no es un mero continente de palabras sino que exploran la relación entre lo visual, la textura del soporte y la palabra; los blogs: vertiginosos laboratorios de invención textual y visual.
***

Esta conjunción de múltiples lenguajes artísticos en ciertas obras contemporáneas, se relaciona con una cierta inespecificidad, un modo inclasificable de operar por parte de los artistas.
***

Hay una irrupción de lo híbrido, que puede resultar escandalosa: las plumas de Gabriela Bejerman, la poeta- vedette
[2], pueden provocar un cierta inquietud al desprevenido, como así también las mezclas - dance que hace DJ Buen Mozo de los poemas de su autoría[3] y que nos instalan en los difusos bordes entre las artes contemporáneas.

***

Nicolás Bourriaud, autor del libro Estética Relacional
[4], entre otros ensayos claves para entender la atmósfera nueva de las artes contemporáneas, dice:

“Creo que cada obra es un universo per se. Y no me importa tanto saber a qué disciplina pertenece o debería pertenecer. Por ejemplo, la gente que sabe lo que es arte, que puede definir al arte, me interesa mucho. Muchísimo. Me encanta conocerlos, porque me resultan por completo increíbles. A mí, particularmente, no me interesa saber si alguien o algo puede ser arte. Me parece una pregunta absolutamente indigna. No me parece serio. Hablamos de Duchamp, y no me concierne tanto saber si estuvo más cerca del pensamiento, de la literatura o de la pintura. ¿Qué sentido tiene? Pasa lo mismo con Henri Michaux. ¿Fue un escritor, un artista visual, o qué? Lo cierto es que ha construido una herramienta que le permite explorar algunas secciones de realidad y no me incumbe con qué herramienta trabaja. El arte es una herramienta, como también la escritura o el cine lo son.”
[5]
Lo que este autor expresa nos convoca a dejar atrás las generalizaciones y a quedarnos con la particularidad de cada obra de arte. Por esto, la voluntad de clasificarlo y categorizarlo todo aparece cuestionada a fuerza de resultar innecesaria. Es un pensamiento pragmático en el que, en algunos casos, preguntarse si tal artista es músico o escritor no tienen tanto sentido, porque no nos sirve. O en todo caso, las categorías se vuelven más amplias, borrosas, móviles.

***
Cabe destacar, por otra parte, que tales propuestas artísticas no circulan a veces por los canales tradicionales de muestra y difusión de su obra. Como alternativa al museo, a la sala de conferencias y a la biblioteca, se presentan en fiestas, multieventos, discotecas, plazas, Internet. Las formas artísticas se entrelazan. Y no lo hacen ya en el cerrado campo de las antes llamadas bellas artes, sino que cruzan el cerco hacia otros espacios de la industria cultural, se dejan penetrar con sus diversos lenguajes ( comercial, publicitario, informático), generando un multiverso cultural- artístico difícil de encasillar en conceptos canónicos.

***
Las nuevas editoriales donde lo visual y sonoro se traban con la palabra (un ejemplo es Editorial Voy a salir y si me hiere un rayo
[6]), las perfomances que mixturan variadas formas de arte (ya he citado a Gaby Bex, y a DJ Buen Mozo; agrego a la lista al artista visual, músico y escritor uruguayo Dani Umpi, por mencionar ejemplos de un contexto cercano y muy actual) son propuestas que abren un campo rizomático, fluido, de posibilidades a los artistas y otros modos de acceso del público a sus producciones.
Es una atmósfera dinámica, pululante, fresca, en la que artistas visuales, músicos y gente de la escena producen y muestran.

***
Si se trata de buscar nombres para lo que ocurre, la situación nos pone ante desafíos taxonómicos. Los artistas en general aparecen confundidos en la neblina de la nomenclatura equívoca. Y los escritores no son ajenos a este fenómeno.
El arte, las artes, han sido sometidas a un proceso de expansión, donde los nombres son los de todos los días, o son lo totalmente otro, lo inexpresable. Pero no nos pongamos tan dramáticos. Este estado de cosas solo abre la posibilidad de nuevas perspectivas entre los que se dedican a reflexiones sobre estética.

Y ya que inicié con una frase de Bourriaud, cierro este escrito con otra suya:

“No advierto una diferencia esencial entre texto, literatura y arte. Es que estamos programados para ver solo un arte y a mí me gustaría mucho más tener la posibilidad de disolver ese aprendizaje.”
[7]

N.A.

Notas al pie:
[1] Nicolas Bourriaud. Entrevista realizada por R. Cippollini y publicada en Radar libros. Página 12, http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-982.html
[2] Remito al artículo de Interzona Editora.
http://www.interzonaeditora.com/web2/prensa/prensa.php?idPrensa=258
[3] http://www.fotolog.com/djbuenmozo
[4] Bourriaud, Nicolás, Estética Relacional, Editorial Adriana Hidalgo, Bs As 2007.
[5] Nicolas Bourriaud. Entrevista realizada por R. Cippollini y publicada en Radar libros. Página 12, http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-982.html


[6] http://www.simehiereunrayo.com.ar/
[7] Nicolas Bourriaud. Entrevista realizada por R. Cippollini y publicada en Radar libros. Página 12, http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-982.html

jueves, 9 de agosto de 2007

Cuerno de cabra



Estuve en la inauguración del curso de ruso que se va a dar en la facultad, en ésa que vosotros llamáis con cierto orgullo mal disimulado, "Filo". Tuve la oportunidad de ver allí un filme realmente memorable. Se trata de un filme viejo. A diferencia de lo que ocurre con los huevos, los bistec y los pescados, el cine, por más viejo que sea, no se hecha a perder; e incluso, como le pasa a los buenos vinos, mejora.
Se trata de una película búlgara. En blanco y negro, y con muy pocos diálogos. Pasaré a resumir brevemente algunos puntos: Durante la ocupación otomana de Bulgaria, unos turcos violan a una campesina delante de su pequeña hija y, accidentalmente, la matan. El marido, cuando descubre todo al otro día, quema la casa, le corta el pelo a la hija y le dice "Haré de ti un hombre o te echaré a los perros, este mundo no es para mujeres". A partir de allí asistiremos a la justiciera empresa de la venganza. María ya crecida, junto a su padre se encarga de cobrarse en la vida de cada uno de estos turcos aquella siniestra noche que viviera hace unos diez años. No voy a seguir relatando. Como suele ocurrir en estos casos, el espectador se vuelve cómplice de estos simpáticos vengadores, y hasta aquí la película se inscribiría en un filme de aventuras con contenido político, con la rareza de ser un excelente cine de lo que supo llamarse " la Europa del Este", con una fotografía que roza la perfección, una expresividad de los actores que, sin necesidad de hablar todo el tiempo se las arreglan para que entendamos todo lo que está pasando; y así sola diríamos que seguiría siendo muy interesante. Pero he aquí que aparece en la protagonista el deseo sexual, y no solamente el instintivo sino también el deseo cultural del sexo: ponerse un vestido, lucirse ante su amante, etcétera. Todo esto no entraba en los cálculos de su padre que reacciona de la manera que era de esperar. Todos sabemos por anticipado que la narración nos va a llevar a un desenlace trágico, sobre todo porque el director nos ha metido en un tiempo mirceaeliadesco, con el cual su aparente realismo y naturalismo de imágenes aparece muy cuestionado. Por otra parte, si bien se enfrentan dos etnias enemigas, la complejidad del guión llega a tal punto que María, nuestra belicosa búlgara, aprende a besar mientras espía a los sensuales turcos en sus juegos amorosos con la intención de posteriormente matarlos, es decir, es el enemigo el que le proporciona de un modo no deseado esta "información" tan humana. Su padre no puede hacerlo, está demasiado ocupado enseñándole a defenderse y a atacar, sobre todo a atacar. En una palabra, caemos en la cuenta de que no podemos prescindir de nuestros enemigos, ellos son "el Otro", y por medio de él me constituyo; sin embargo la guerra necesita perentoriamente la deshumanización del Otro y por lo tanto la nuestra.
Si tenemos en cuenta que el filme se estrenó en los años setenta, quizá podríamos sacar algunas conclusiones respecto de los planteos políticos que estaban en boga. En mi patria hemos tenido, y aún seguimos teniendo, situaciones conflictivas que tiene que ver con la paradoja planteada en esta película.
Bueno, si alguien quiere dar su opinión, que lo haga. Yo aquí os mando la mía.

Afectuosamente


Consuelo Errecalt

miércoles, 25 de julio de 2007

Barón Biza: Los monstruos no mueren

Foto: Raúl Barón Biza


Barón Biza Senior


Como el caso de cierto artista tucumano, que cobrara notoriedad pública por haber asesinado a su suegra y haberla enterrado debajo de la cama, el escritor porteño Barón Biza es recordado por el acto ignominioso de arrojar ácido al rostro de su mujer Clotilde Sabattini. A la hora de tomar posición frente a la obra del Tucumano, la imagen del artista durmiendo sobre el cadáver de su suegra interfiere notablemente sobre la percepción del espectador. Tal ocurre con la obra de Barón Biza. Con la salvedad de que el escritor ya era conocido, como revolucionario, como desaforado, como viudo enamorado de su muerta (hizo construir un monumento funerario de 82 m de altura a la memoria de Myriam Stefford, su primera esposa), como millonario. Pero, yendo a su actividad literaria, también fue conocido como pornógrafo. En algún momento llegó a hablarse de él como de un monstruo. Dice Mujica Láinez que “Los monstruos no mueren”, por lo pronto el Sr. BB parece dispuesto a acompañarnos un largo trecho.
Sus tres novelas, conocidas pero inconseguibles, son: El derecho de matar, Punto final y Todo estaba sucio. Christian Ferrer, en su libro Barón Biza1, afirma: “Sin embargo nadie ha escrito nada sobre su obra, nadie descendió hasta los basurales e infiernos de la literatura local.” Hoy sabemos que el sexo no era ajeno a sus intereses temáticos, a tal punto que se lo llegó a llamar “pornógrafo”. Todavía en nuestros días carecemos de un veredicto que nos aclare si este apelativo le hacía justicia o no. Pues, aunque fue multitudinariamente leído, ningún comentarista de libros se iba a exponer a quedar pegado. La doble moral burguesa funciona también en la literatura de un modo harto eficiente. Así como se tiene una familia para mostrarla de día, mientras se sale por la noche a desfogar los deseos más exóticos, se tiene una biblioteca para mostrar a los visitantes que uno lee los clásicos, mientras debajo de la cama o poblando el bidet sobreviven volúmenes no tan santos ni tan consagrados. Por eso toda encuesta sobre autores de libros leídos resulta una verdadera farsa. Barón Biza ya conocía de antemano el lugar que la moralina vigente le tenía reservado a sus volúmenes: “Todos los libros encuentran un rincón en las bibliotecas; el mío, no lo encontrará nunca.”2
Pero nuestro hombre no sólo fue relegado como escritor, sino también como revolucionario. Los radicales yrigoyenistas, a los que Biza pertenecía, protagonizaron numerosos alzamientos armados contra el golpe de Uriburu y posteriores mandatarios ilegítimos. En su mayor parte, estos militantes fueron masacrados. La línea de los radicales alvearistas, que es la que sobrevive hasta ahora, decidió ignorar la suerte de sus correligionarios, a cambio de negociar con el poder. Tanto es así hasta hoy, que el documental La república perdida, producida con fondos y personas vinculadas al Presidente Alfonsín, habla del golpe de Uriburu pero omite las mencionadas masacres. Barón Biza fue un sobreviviente de aquellas represiones.
Claro que alguien podría decir, y con razón, bueno, ¿a qué tanto palabrerío?¿Posee, o no, algún valor literario la obra de barón Biza? La respuesta es que en la actualidad esta discusión ya no viene al caso. Tampoco es objetivo de esta nota contestar la pregunta. Habría, por lo tanto, que conformarse con dejar planteada una situación de no lugar. Porque ser yrigoyenista en el treinta o escribir sobre el deseo sexual en cualquier década es, en nuestro país, profundamente incorrecto, a menos que se lo haga del modo debidamente edulcorado. ¿Por qué Arlt tardó tanto en ser reconocido por el sistema, a pesar de su obra genial y de la lealtad de sus lectores? ¿Acaso barón Biza no sería un perfecto personaje arltiano? Su primera novela, El derecho de matar, finaliza del siguiente modo: “Yo quisiera destruir este mundo, más aún, todo este universo, que sólo existe para mí, porque yo existo. Soy más fuerte que Dios, voy a destruir, destruyéndome, a esta agrupación de espermatozoides desarrollados.”

Barón Biza Junior


Estas reflexiones han sido inspiradas en la lectura de un libro imprescindible: Barón Biza. El secreto mejor guardado de la Argentina cuyo autor es Christian Ferrer. En dicho volumen se narra también el derrotero de Barón Biza hijo, más conocido como Jorge Barón. Nace en 1942, año de la muerte de Arlt, ya joven, está presente en la casa cuando se produce la ordalía funesta entre su padre y su madre. Inmediatamente vive el suicidio de BB Padre, con los años asiste al suicidio de su hermana y, finalmente, en el 2001, se arroja desde un doceavo piso. No sin antes escribir un libro memorable: El desierto y su semilla


Lorenzo Verdasco

lunes, 23 de abril de 2007

El mató a un policía motorizado


El Mató en pleno recital, en un bar céntrico de Tucumán.





Entren a su página
http://www.elmato.com.ar/

temas con letras mínimas, microrelatos, música de composición contundente, bloques de sonidos hiperenergéticos. bosque tupido. ¿Y esto qué es? ¿y cómo se nombra?

Constantina Vera

domingo, 1 de abril de 2007

La estética de lo impúdico (sobre un libro de relatos de Lorenzo Verdasco)


*Imagen: Tapa de libro, diseño. Pablo Schembri


Aceptémoslo: Pocos son en nuestra provincia los que se aventuran a la ardua tarea de publicar un libro en forma independiente. Si además, ese libro es de relatos eróticos, resulta un caso singular. Pero si para colmo el erotismo que mana de sus páginas es el relativo a los encuentros entre un hombre con otro hombre, estamos ante un verdadero acontecimiento local.
Informe sobre señores, de Lorenzo Verdasco, reúne estas características y puede considerarse desde esta perspectiva como un libro atípico.
Con un agudo prólogo del escritor César Juárez, y diseñada bajo la forma de catorce relatos, la narrativa de Verdasco nos pone en presencia de imágenes que tienen la contundencia de un tajo en la carne: travestis adosados a señores anónimos, jóvenes seducidos por hombres “respetables", prácticas sexuales entre niños, sujetos comunes y silvestres que acceden a formas amatorias no convencionales como quien se permite un desliz y experimenta - irreversiblemente - con lo prohibido. Los protagonistas en general son hombres, hasta que se demuestre otra cosa. Son “señores”. El Informe obra como revelación: puesta al desnudo.
El viejo imperativo del placer estético - esa complacencia que el lector le pide al texto literario- aparece cuestionada en las páginas del libro que nos ocupa. Los escritos de Verdasco tienen la doble cualidad de enrarecer el deleite y sin embargo atrapar al lector.
Como el agua viva que en el mar sorprende al peregrino nadador, lo quema, lo torna extraño al mar y le deja una sensación de ardor que difícilmente le permita retornar al agua con un semblante ingenuo, la narrativa de Informe sobre señores quema, deja inquietud, succiona la ingenuidad. Por qué no decirlo: pervierte. Literariamente hablando, por supuesto.
No sólo por el erotismo finamente agresivo que destilan sus páginas, sino también por la serie de tópicos que emergen de las impúdicas peripecias de los personajes. Me limito a mencionar tres de aquéllos:
En primer lugar, al poner en cuestión su masculinidad, los personajes, se instalan en una zona incierta para la cual aún no existen demasiadas categorizaciones que no sean las típicamente despectivas. Existe la constante oscilación entre ser hombres, o ser, no ya mujeres, sino entrar en la menos incipiente que perturbadora categoría de “amantes de otro hombre”. Por ello, el joven amante de Informe sobre señores, relato que da nombre al libro, ofrece un ambiguo llanto: “...llanto luctuoso por la pérdida de la virginidad y de la hombría, llanto dichoso por la pertenencia al macho lascivo y genitor...”
En segundo lugar, las relaciones entre los personajes parecen atravesadas por una lógica de amo y de esclavo muy a tono con los modos eróticos puestos en juego. En los encuentros suele haber un iniciador que ejerce dominación física sobre otro. Ese otro se redime en la entrega de su carne y en su condición de víctima o siervo. En ningún caso se habla de amor o de algo parecido. Hay, sí, pasaje de un estado a otro: de vecino a “marido”, de compañero de morada a “esposa”, de cliente a “dueño”. Los roles convencionales de marido y mujer relampaguean y se diluyen, mutan, devienen otra cosa. “Es cierto que me pega, pero también es cierto que es el primero que me besa apasionadamente en la boca y me trata como a su señora”, es lo que dice el narrador personaje del relato Pedagogía de la criatura.
En tercer lugar, el tratamiento de la carne es bastante crudo: en una atmósfera erótica especial los cuerpos son atravesados, penetrados, consentidamente forzados. Este es el modo de acceso a una dimensión del placer reservada e impúdica. El cuerpo es víctima de los sacrificios y altar de depósito, doliente receptáculo de las ofrendas. “Mi sexo presto como el cuchillo de obsidiana que utilizaban los aztecas en los sacrificios humanos, se acercó naturalmente a aquella criatura de la noche”, confiesa el narrador personaje en Tres hombres.
Así, el encuentro foráneo y famélico de un cuerpo con otro es la clave de la delicada violencia erótica que impregna el libro, violencia que se condensa y estalla en relatos como El aromo:“lo que empezó a sentir era como una tripa o, más bien, un enorme ratón enjabonado y caliente...” .
Informe sobre señores está constituido por relatos de diversa factura, de trama compacta con una sucesión no siempre lineal de acciones, donde la tensión es constante. Relatos en los que lo obsceno se vale de artificios para hacer su aparición: empleo de segundas personas que enfatizan el carácter de “delación” de ciertas intimidades impuestas al olvido, breves alocuciones descarnadas de los personajes, ambientes dados a la práctica de lo heterodoxo.
En estas ficciones encontramos siempre a un narrador minucioso, una especie de baquiano de los márgenes. Porque aquí se trata de personajes, lugares y experiencias que se revelan como marginales. Y no es de extrañar que esta aproximación que hace el narrador de esos márgenes hacia el centro vital cotidiano y supuestamente normal de los lectores sea lo que torne sofocante - y no menos atractivo - el tránsito por sus páginas.
Natalia Acosta