lunes, 23 de abril de 2007

El mató a un policía motorizado


El Mató en pleno recital, en un bar céntrico de Tucumán.





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http://www.elmato.com.ar/

temas con letras mínimas, microrelatos, música de composición contundente, bloques de sonidos hiperenergéticos. bosque tupido. ¿Y esto qué es? ¿y cómo se nombra?

Constantina Vera

domingo, 1 de abril de 2007

La estética de lo impúdico (sobre un libro de relatos de Lorenzo Verdasco)


*Imagen: Tapa de libro, diseño. Pablo Schembri


Aceptémoslo: Pocos son en nuestra provincia los que se aventuran a la ardua tarea de publicar un libro en forma independiente. Si además, ese libro es de relatos eróticos, resulta un caso singular. Pero si para colmo el erotismo que mana de sus páginas es el relativo a los encuentros entre un hombre con otro hombre, estamos ante un verdadero acontecimiento local.
Informe sobre señores, de Lorenzo Verdasco, reúne estas características y puede considerarse desde esta perspectiva como un libro atípico.
Con un agudo prólogo del escritor César Juárez, y diseñada bajo la forma de catorce relatos, la narrativa de Verdasco nos pone en presencia de imágenes que tienen la contundencia de un tajo en la carne: travestis adosados a señores anónimos, jóvenes seducidos por hombres “respetables", prácticas sexuales entre niños, sujetos comunes y silvestres que acceden a formas amatorias no convencionales como quien se permite un desliz y experimenta - irreversiblemente - con lo prohibido. Los protagonistas en general son hombres, hasta que se demuestre otra cosa. Son “señores”. El Informe obra como revelación: puesta al desnudo.
El viejo imperativo del placer estético - esa complacencia que el lector le pide al texto literario- aparece cuestionada en las páginas del libro que nos ocupa. Los escritos de Verdasco tienen la doble cualidad de enrarecer el deleite y sin embargo atrapar al lector.
Como el agua viva que en el mar sorprende al peregrino nadador, lo quema, lo torna extraño al mar y le deja una sensación de ardor que difícilmente le permita retornar al agua con un semblante ingenuo, la narrativa de Informe sobre señores quema, deja inquietud, succiona la ingenuidad. Por qué no decirlo: pervierte. Literariamente hablando, por supuesto.
No sólo por el erotismo finamente agresivo que destilan sus páginas, sino también por la serie de tópicos que emergen de las impúdicas peripecias de los personajes. Me limito a mencionar tres de aquéllos:
En primer lugar, al poner en cuestión su masculinidad, los personajes, se instalan en una zona incierta para la cual aún no existen demasiadas categorizaciones que no sean las típicamente despectivas. Existe la constante oscilación entre ser hombres, o ser, no ya mujeres, sino entrar en la menos incipiente que perturbadora categoría de “amantes de otro hombre”. Por ello, el joven amante de Informe sobre señores, relato que da nombre al libro, ofrece un ambiguo llanto: “...llanto luctuoso por la pérdida de la virginidad y de la hombría, llanto dichoso por la pertenencia al macho lascivo y genitor...”
En segundo lugar, las relaciones entre los personajes parecen atravesadas por una lógica de amo y de esclavo muy a tono con los modos eróticos puestos en juego. En los encuentros suele haber un iniciador que ejerce dominación física sobre otro. Ese otro se redime en la entrega de su carne y en su condición de víctima o siervo. En ningún caso se habla de amor o de algo parecido. Hay, sí, pasaje de un estado a otro: de vecino a “marido”, de compañero de morada a “esposa”, de cliente a “dueño”. Los roles convencionales de marido y mujer relampaguean y se diluyen, mutan, devienen otra cosa. “Es cierto que me pega, pero también es cierto que es el primero que me besa apasionadamente en la boca y me trata como a su señora”, es lo que dice el narrador personaje del relato Pedagogía de la criatura.
En tercer lugar, el tratamiento de la carne es bastante crudo: en una atmósfera erótica especial los cuerpos son atravesados, penetrados, consentidamente forzados. Este es el modo de acceso a una dimensión del placer reservada e impúdica. El cuerpo es víctima de los sacrificios y altar de depósito, doliente receptáculo de las ofrendas. “Mi sexo presto como el cuchillo de obsidiana que utilizaban los aztecas en los sacrificios humanos, se acercó naturalmente a aquella criatura de la noche”, confiesa el narrador personaje en Tres hombres.
Así, el encuentro foráneo y famélico de un cuerpo con otro es la clave de la delicada violencia erótica que impregna el libro, violencia que se condensa y estalla en relatos como El aromo:“lo que empezó a sentir era como una tripa o, más bien, un enorme ratón enjabonado y caliente...” .
Informe sobre señores está constituido por relatos de diversa factura, de trama compacta con una sucesión no siempre lineal de acciones, donde la tensión es constante. Relatos en los que lo obsceno se vale de artificios para hacer su aparición: empleo de segundas personas que enfatizan el carácter de “delación” de ciertas intimidades impuestas al olvido, breves alocuciones descarnadas de los personajes, ambientes dados a la práctica de lo heterodoxo.
En estas ficciones encontramos siempre a un narrador minucioso, una especie de baquiano de los márgenes. Porque aquí se trata de personajes, lugares y experiencias que se revelan como marginales. Y no es de extrañar que esta aproximación que hace el narrador de esos márgenes hacia el centro vital cotidiano y supuestamente normal de los lectores sea lo que torne sofocante - y no menos atractivo - el tránsito por sus páginas.
Natalia Acosta

Erotismo y poesía




Si nos atenemos a Octavio Paz en “La llama doble”, el erotismo es al sexo, lo que la poesía es al lenguaje. Es decir, desviaciones en cuanto al fin original –o “natural” -. Las “personas normales” afirman que el lenguaje es meramente un instrumento para comunicarse. “Déjense de Pizarnik y todas esas macanas –dirían los normales- la palabra sirve para comunicarse y si no entendés algo lo buscás en el diccionario y chau”. Cualquier padre progresista piensa así y toda la sociedad lo aprueba. Con el sexo pasa lo mismo: se toma como un mero instrumento para la reproducción. “Déjense de diversidad sexual, lesbianismo y otras perversidades- dirían las mismas personas de hace rato- acá lo que hay que hacer es formar una familia, tener muchos hijos como tenían Los Campanelli (Serie televisiva que pasaban cuando yo era muy pero muy chiquitita).”
En la poesía el lenguaje deja de servir “para algo” y se torna un fin en sí mismo, es decir, un absoluto: el arte. En el erotismo el sexo deja de servir “para algo” y se torna, también, un fin en sí mismo, es decir, un absoluto: el arte. Cuanto mayor el desvío, mayor la posibilidad estética. Poco importa que esa ganza (el estado, la sociedad) venga o vaya; la Fierra y su amiga la Sargenta dejaron la seguridad del fortín para huir hacia las tolderías. En el fondo, eran artistas.

Bárbara López